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Explican por qué los gatos siempre caen de pie

Se trata de uno de los misterios inexplicables de la naturaleza, que rompe la cabeza a más de uno cuando vemos caer la siempre bien a los gatos. ¡Mirá!
viernes, 17 de enero de 2020 · 07:09

Los intentos por dar una explicación científica a la habilidad de un gato para caer siempre parado, comúnmente conocida como reflejo de enderezamiento del gato, son tan viejos como el propio estudio de la física.

El primero en publicar una investigación sobre este tema fue el científico francés Antoine Parent en el año 1700. Por contextualizar, Isaac Newton seguía vivo entonces y su gran trabajo, Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, solo llevaba 13 años publicado.

El interés final de Parent no era solamente comprender la caída felina, quería investigar cómo los objetos pesados y grandes se mueven y rotan mientras se hunden en una posición de equilibrio.

Como ocurrencia tardía, Parent sugirió que, al igual que un objeto pesado podría volcarse con el lado pesado hacia abajo en el agua debido al choque de la gravedad y una fuerza de flotación hacia arriba, un gato en caída libre podría ajustar su columna vertebral para voltearse, moviendo su centro de gravedad sobre el centro de flotabilidad.

Esta idea es considerada errónea ya que la flotabilidad del aire es demasiado débil para afectar a un gato durante la caída.

Esta explicación y otras derivadas permanecieron de forma común en libros sobre gatos durante mediados del siglo XIX.

La comunidad física, sin embargo, ya había encontrado otras explicaciones. A comienzos del siglo XIX había un reconocimiento creciente de que ciertas propiedades fundamentales en la naturaleza se conservan en cualquier proceso físico.

A muchos les sonará de qué se trata la conservación de la energía. Es decir, que la energía no se crea ni se destruye, se transforma.

Cuando un carro se mueve es por la conversión de la energía química del combustible en el movimiento mecánico de las ruedas. Cuando el carro para por la acción de los frenos, el movimiento se convierte en energía de calor debido a la fricción.

Se probó que este hecho se conserva en cualquier proceso físico. Para un solo objeto en movimiento, el impulso es el producto de la masa por la velocidad, y los objetos más pesados ​​y más rápidos tienen más impulso que los ligeros y lentos.

Otra ley de conservación fue reconocida a mitad del siglo XIX: el principio de conservación del movimiento angular. Una consecuencia inmediata de esta ley es la observación que no es posible que un objeto comience a girar sin que otro objeto gire en sentido opuesto con la misma magnitud cinética.

Esto es bastante fácil de ver. Si nos sentamos en una silla con ruedas de oficina y giras tu cuerpo a la izquierda, la silla gira en sentido contrario hacia la derecha.

Una vez se reconoció la ley de la conservación de la energía, los físicos pronto determinaron que un gato simplemente no podía girar sobre sí mismo en caída libre una vez que empieza a descender.

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