¿AISLAMIENTO O ENCIERRO?

Un análisis de las distintas posibilidades de flexibilización que tienen los gobernantes para continuar con el Aislamiento Social Obligatorio en el marco de la pandemia del coronavirus, para que a los ciudadanos se le haga más llevadera la situación.
jueves, 9 de abril de 2020 · 16:44

Estamos frente a un momento muy especial y extraño para la humanidad. Si solamente unos pocos meses atrás alguien hubiera dicho que se suspenderían todos los vuelos en el mundo, y que la gente no podría circular entre las diferentes comunidades libremente, aún las más cercanas, lo hubieran tomado por loco o fantasioso.

Pero nos adaptamos rápido: hoy no podemos movernos como hasta hace un tiempo, ni siquiera en nuestro círculo allegado; y la nueva situación ya casi nos parece tolerable y razonable.

Y así lo aceptamos. No hay dudas de que la reacción de nuestros gobernantes fue oportuna, rápida y acertada. Tierra del Fuego, y en especial Ushuaia -unas de las mecas del turismo internacional-, estuvo inundada de turistas hasta bien expandido el coravirus por todo el mundo, de manera tal que era esperable que éste llegara a nuestra provincia más temprano que en otros lugares de la Argentina.

La reacción del gobernador Gustavo Melella fue rápida, adelantándose a las medidas adoptadas por el presidente Alberto Fernández días después, siempre privilegiando la vida sobre otros aspectos. En esto está el acierto de ambos.

Pero también debemos ser conscientes que esta pandemia se extenderá en el tiempo, mucho más allá de lo que quizá la mayoría imaginamos; y con ella también deberán extenderse las precauciones y medidas de prevención necesarias para que el problema no se descontrole aún más.

Una de estas medidas, quizás la única que hoy se presenta como pilar fundamental del combate contra este virus, es la cuarentena, que en realidad es una medida de prevención tendiente a evitar la propagación, hasta que encontremos el modo efectivo de combatirlo.

Pero, ¿es sostenible una cuarenta casi absoluta mucho tiempo? Es obvio que no, y que además su extensión podría ser incluso perjudicial en algunos casos, si se insiste en aplicarla como hasta ahora.

Supongamos que alguien, por determinados problemas de salud, tiene indicado salir a caminar con alguna frecuencia. La imposibilidad de continuar con esta fácil terapia, le afectaría su salud en algún momento. Por supuesto que para las estadísticas habría menos coronavirus, pero no menos enfermos. Es más, en algunos países europeos (como Francia, Bélgica y Alemania) se recomienda expresamente, como parte de las prevenciones que se deben tomar, efectuar regularmente ejercicio, y por lo tanto se lo autoriza en lugares abiertos, cerca del sitio donde uno vive, y en soledad o con la compañía exclusiva de los convivientes. Y esto es lógico, ya que aislamiento no implica encierro.

En el mismo orden de ideas, no se entiende cual sería el perjuicio en que quienes trabajan en solitario o con su grupo conviviente, lo sigan haciendo, por ejemplo, un albañil que se encontraba haciendo una vereda, el cuidador de un jardín que corta el pasto para terceros, un carpintero en su taller o un profesional independiente en su oficina. En la medida que no exista contacto alguno con otras personas, no se advierte por qué motivo se debieran interrumpir estas actividades.

Se ha dicho que la cuarentena en su origen, fue horizontal; es decir nos iguala todos sin distinción. Esto fue razonable en un comienzo y como medida extrema, no solo para evitar el contagio, sino también como una  manera de crear conciencia de los cuidados que se deben adoptar para ello; pero ya es hora de pensar en una cuarentena vertical, donde se deben considerar varios aspectos, diferenciando los casos.

El primero es el medio donde se aplica. Afortunadamente en Tierra del Fuego, en las ciudades de Río Grande y Tolhuin, los casos fueron casi inexistentes, sino nulos. Supongamos que en unos días más se confirma que no hubo circulación viral en esa zona, fuera de quienes arribaron de otros lugares y fueron aislados. ¿No sería razonable levantar la cuarentena, pero cerrar aún más esos sitios a presencias foráneas? De esta manera se minimizarían las posibilidades de contagio (asumo que es imposible la eliminación absoluta de todos los riesgos) y se podría ir volviendo a la normalidad.

Otro tanto debiera analizarse respecto de quienes en su trabajo habitual, sea este esencial o no, no tienen porque tener contacto con otras personas. También parece conveniente no trabar estas actividades.

Lo mismo sucede con aquellas actividades físicas que pueden realizarse sin sociabilizar (caminar, correr, trekking, bicicleta, canotaje, etc.), en tanto no impliquen cercanía con otros congéneres.

Esto, que parecería imposible en un lugar como Buenos Aires, dada la cantidad de gente, espacios limitados e imposibilidad de control, es perfectamente posible en la Patagonia, donde los espacios son abundantes y el control más sencillo.

En definitiva, la forma en que se implemente la cuarentena en un futuro, debe tener en cuenta las circunstancias particulares de cada sitio o actividad, no cayendo en extremos que por un lado puedan implicar un riesgo para la salud, pero que por el otro perjudiquen innecesariamente otros aspectos fundamentales en la vida de las personas.

Es por ello que parece atinado que la cuarentena nacional se adapte a cada provincia, y dentro de ellas a cada lugar o actividad, lo que debiera estar en cabeza de cada gobierno local, que es quien tiene el conocimiento directo necesario para hacerlo.

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