POLÉMICA POR CONMUTACIÓN

Esos pequeños argentinitos que condenan

La conmutación resuelta por la gobernadora Fabiana Ríos, para una persona privada de su libertad, levantó cierta polémica impulsada desde algunos medios. La oportunidad debería ser propicia para discutir cuestiones de fondo como el sentido de la reclusión. También deberíamos preguntarnos para qué sectores de nuestra sociedad está destinada la cárcel y si estamos dispuestos a aceptar la posibilidad de cambio y evolución en nuestros pares. Un desafío más interesante que sumarse a la lapidación que proponen algunos sectores.
lunes, 22 de diciembre de 2014 · 07:15
(Por José Piñeiro) - Juan Pablo Rojas lleva 12 años detenido, hasta ahora pesaba sobre él la condena a "reclusión perpetua” y ahora –después de la conmutación resuelta por la gobernadora- deberá purgar como máximo 25 años de prisión. Ese número de años solo fue superado en las cárceles argentinas por Robledo Puch (ya lleva más de 40 años privado de su libertad) y Claudia Sobrero (completó 28 años por el delito que cometió). Esto llevaría a Rojas a cumplir una condena que promedia el máximo que completan los presos en las cárceles de la Argentina. A primera vista no aparece como un privilegiado.

Lo que hizo la gobernadora Fabiana Ríos no fue reducir el número de años que tenía Rojas a cumplir dentro de la Unidad de Detención Número Uno, simplemente fijo un tope que le permite al recluso solicitar beneficios como salidas laborales y otros que solo se otorgarán si su conducta, y la evaluación que se haga desde el propio Servicio Penitenciario y desde la Justicia, lo indican como correspondiente.

Ninguno de los opinologos  que desde los medios o las redes sociales se apuraron a criticar la medida y someter a nuevo escarnio a Rojas, 13 años después del delito que cometió, se ocupó de averiguar su proceso en estos 12 años. La medida, además, tuvo el aval del Superior Tribunal de Justicia.

El delito que cometió Juan Pablo Rojas fue aberrante, repudiable a todas luces, por eso se lo condenó y por eso viene purgando 12 años de la condena. Pero en este tiempo -y quien esto escribe conoce el proceso desde cerca- dedicó cada segundo de su vida en prisión a evolucionar, hasta lograr su único objetivo: completar sus estudios, salir de la cárcel, reunirse con su familia y convertirse en una persona diferente.

No debe haber funcionario judicial, penitenciario, policía o preso que haya conocido a Juan Pablo Rojas, que pueda cuestionar su acceso a la conmutación y la posibilidad de, en un máximo de 25 años, salir en libertad. Una cifra que, como ya se dijo, es el tope en el 99% de las condenas que se cumplen en nuestro país.

Seguramente aparecerán los comentarios livianos y efectistas sobre "quien le  devuelve la vida a la víctima de Rojas”. La respuesta es: nadie. Nadie se la podrá devolver y es repudiable que se la hayan quitado de esa manera. Pero ¿qué hacemos con Juan Pablo Rojas? Lo cierto es que en este tiempo no hicieron demasiado las instituciones para que su evolución fuera la que fue y mucho hizo él, desde el esfuerzo propio. 

Quizás, ese pequeño argentinito que llevamos dentro (como un enano fascista y reaccionario, dice León Gieco al comentar su canción), quisiera que para ciertos delitos la pena de muerte sea la alternativa. Por lo general sucede cuando se habla de éste tipo de hechos, aberrantes por cierto, pero  dista mucho esa reacción de la contemplación pasiva que se tiene ante los poderosos que viven usufructuando del poder. Los que aparecen como grandes señores, venerados y envidiados muchas veces, mientras con su accionar cometen todo tipo de delito en contra del conjunto de la sociedad. Para esos no se pide ningún tipo de condena, se los vota en la próxima elección para que puedan seguir con sus tropelías.  

"Si las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad la reforma y la readaptación social de los condenados (art. 5°, 6 de la Convención Americana de Derechos Humanos y análogo 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos) no es posible entender qué posibilidad de readaptación social puede tener una persona si en la mayoría de los casos el término de la pena ya no será persona por efecto de la muerte o, incluso en los excepcionales casos en que tal evento no se produzca, se reincorporará a la vida libre cuando haya superado la etapa laboral, además de cargar con la incapacidad del deterorioro inocuizante de semejante institucionalización”, dijo el Dr. Eugenio Zaffaroni en uno de sus fallos.

Que la decisión de la gobernadora y el debate sirva entonces para analizar cómo construimos una sociedad mejor. Y eso será, guste o no, también con aquellos que están dentro de las prisiones. Los que perdieron su libertad, los que cometieron delitos en muchos casos aberrantes. Habrá que ver, eso sí, si la preocupación la comparten aquellos poderosos que delinquen incluso a costa de muchas vidas, pero desde la certeza que para ellos no está hecha la cárcel.
 

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