Partió de Ushuaia, nunca más se supo de él y sus tripulantes

ARA San Juan: Un mes sin rastros ni novedades

El miércoles 15 de noviembre, dos días después haber zarpado de la Base Naval en el Fin del Mundo, se emitió desde la nave lo que -se cree- fue la última comunicación, donde se daba cuenta de un incendio en las baterías, que había sido "subsanado". Tras 30 días de incertidumbre, lo único tangible son cientos de hipótesis, conspiraciones y pocas certezas.
viernes, 15 de diciembre de 2017 · 19:20

Este viernes 15 de diciembre, se cumplieron 30 días sin noticias sobre el paradero del submarino A.R.A. San Juan, navío que zarpó de la Base Naval de Ushuaia el 13 de noviembre con 44 tripulantes a bordo, con destino al apostadero de Mar del Plata y, dos días más tarde, emitió su última comunicación a la Base marplatense, donde su capitán informaba que, tras un incendio (controlado) en el sector de las baterías, continuaba navegando normalmente hacia su destino.

 

Sin embargo, 48 horas pasarían hasta que la noticia se diera a conocer públicamente por la Armada Argentina y, a partir de allí, nadie se imaginaba siquiera lo que vendría después. La noticia de su inexplicable y enigmática desaparición pasó a ser parte de todos los noticieros, nacionales e internacionales, y por semanas, propició un debate casi diario en todos los medios del país, donde "especialistas" en la materia desplegaron una infinidad de hipótesis, conjeturas y opiniones, acerca de lo que podría haber sucedido con la nave.

 

La primera información oficial fue a través de una improvisada conferencia de prensa brindada por el vocero de la Armada, capitán Enrique Balbi, cuyo rostro iba a estar por semanas indiscutiblemente en la primera plana de todos los televisores, además de ser portada obligada de los medios gráficos, al ser el hombre designado para comunicar el parte diario sobre la "búsqueda y novedades" del submarino.

 

Balbi informaba entonces, aquel 15 de noviembre, que la última posición del San Juan se había registrado a unos 400 kilómetros de la costa argentina, a la altura del Golfo San Jorge, una zona del Atlántico Sur relativamente próxima a lo que es la zona de exclusión para la navegación de buques nacionales, tras la firma del Tratado de Madrid, en 1990.

 

Tras no detectarse más señales del submarino, se dispusieron varios buques y aeronaves de la flota de la Armadas, que se dirigieron hacia aquel lugar puntual para iniciar una búsqueda por agua y cielo, en el marco de un clima notablemente adverso, incluyendo tempestades violentas, fuertes vientos con ráfagas y olas de entre 6 y 8 metros.

 

El vetusto y obsoleto equipamiento con el que cuentan -desde hace décadas- las Fuerzas Armadas Argentinas, no hacía posible efectuar las tareas con la efectividad requerida, por lo que se convocó a fuerzas internacionales de las principales potencias (EE.UU., Rusia, Gran Bretaña, Francia), quienes enviaron decenas de buques, aviones y hasta un minisubmarino, para acoplarse a las tareas, haciendo base en el puerto de Comodoro Rivadavia, en Chubut.

 

La búsqueda del ARA San Juan pasó a transformarse en un operativo rupturista, de los más importantes de la historia en términos oceánicos, teniendo como referencia directa y más próxima el hundimiento del submarino "Kursk" ruso, ocurrido en el año 2000. Sin embargo, esta vez el equipamiento tecnológico dispuesto para encontrar a la nave argentina, 17 años después, superó vastamente el utilizado en aquel entonces, en todos los aspectos.

 

Los sucesivos partes diarios de la Armada se convirtieron en una suerte de repeticiones, eufemismos e incongruencias, que sólo contribuyeron a generar más angustia, incertidumbre, desconcierto y malestar, sobre todo, en los familiares de los 44 tripulantes. En un momento preciso, cuando todavía no se cumplía una semana de su desaparición, se consignó que el suministro de oxígeno dentro de la nave, de permanecer ésta bajo la superficie sin emerger, llegaba a su punto crítico a los 7 (siete) días.

 

La esperanza afloró cuando se informó de una balsa detectada, a la deriva, pero que finalmente se trató de una falsa alarma. El 23 de noviembre, Balbi comunicó de un "evento anómalo hidroacústico violento, consistente en una explosión", registrado por un organismo austríaco que se encarga de detectar episodios de carácter nuclear, en el oceáno.

 

Las horas y los días pasaron, la búsqueda se intensificó, los esfuerzos se redoblaron. "No tenemos novedades del submarino", fue el graph protagonista en los distintos canales de televisión, día tras día. Sin embargo, nada pareció contribuir para esclarecer un episodio que -aún a la fecha- es un enigma. El 30 de noviembre, la Armada determinó el cese del protocolo "SAR" (Search and Rescue, en inglés = Búsqueda y Rescate). Esto implicó que se dio por concluido el operativo para encontrar a los tripulantes con vida, y se pasó a la fase de búsqueda del submarino, únicamente.

 

Hace apenas unos días atrás, un analista naval estadounidense retirado, indicó -en base a su investigación- que el ARA San Juan había sufrido una "explosión corta y mortal", que acabó con la estructura de la nave en apenas 1 (un) segundo. Esta información no fue avalada por la Armada Argentina.

 

Implotó. Explotó. Se incendió. Negligencia y obsolesencia en las Fuerzas Armadas. Lo torpedeó un submarino británico. Lo hundieron pesqueros chinos. Puede estar a 200, 300, 900 o 6000 metros. Lo persiguió un helicóptero inglés. Podría nunca ser encontrado. Así, podría seguir indefinidamente la lista de hipótesis / teorías conspirativas sobre el destino del submarino ARA San Juan, sin que ninguna de estas, hasta ahora, pueda ser confirmada o descartada.

 

Lo que sí es claro a esta altura, es que, en virtud de todo acontecido y lo atravesado durante los últimos 30 días, por más que duela, es muy factible que jamás se sepa lo que ocurrió. En detrimento de 44 familias, quienes ya dan por descontado que nunca más volverán a ver a los suyos, 43 hombres y una mujer que, una mañana de otoño, se subieron a un submarino en el Fin del Mundo y, tras dejar el Canal Beagle, ofrendaron su vida para salvaguardar los intereses de la patria y la soberanía nacional. Que esto último, por lo menos, no sea olvidado.

 

 

 

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