LA LUZ AL FINAL DEL TUNEL

"Superávit Fiscal, una Nueva Era Económica para Argentina"

Además de avizorar “una nueva era económica”, con un horizonte claro de “consolidación fiscal” que tiende a “estabilizar la macroeconomía, aplacando una de las fuentes más persistentes de inestabilidad: el déficit crónico”, el abogado Jorge Giménez celebra el “cambio cultural profundo, que parece estar en marcha” en la Argentina; porque “esta vez, la sociedad argentina empieza a entender que el Estado no puede ser quien subsidie de manera indiscriminada todos los servicios —luz, agua, gas, transporte, comunicaciones— a costa de los más pobres y de crédito externo”.
martes, 29 de abril de 2025 · 00:32

Luego de más de ocho décadas, la Argentina alcanza un punto de inflexión: el Estado Nacional presenta superávit fiscal primario. Esta situación implica que, por primera vez en generaciones, el Tesoro no necesita endeudarse para financiar su gasto corriente. No es un dato menor: significa que el país puede atender sus compromisos básicos sin asistencia financiera externa ni monetización del déficit.

En términos económicos, los países no pagan habitualmente el capital de la deuda; lo "rolean" y abonan intereses. La novedad radica en que, al no registrar déficit primario, se reduce la necesidad estructural de financiamiento, estabilizando expectativas y permitiendo orientar el crédito privado hacia el sector productivo, en lugar de ser absorbido por el Estado.

Esta consolidación fiscal tiende a estabilizar la macroeconomía, aplacando una de las fuentes más persistentes de inestabilidad: el déficit crónico.

Siguiendo la tesis de Claudio Zuchovicki, el crédito —consumo presente financiado por ingresos futuros— es uno de los mayores actos de justicia social. Sin estabilidad fiscal y monetaria, no existe un mercado de crédito genuino.

Hoy, bancos de inversión de primer nivel como JP Morgan recomiendan a sus clientes tomar posiciones en bonos soberanos en pesos al menos hasta julio de 2025. ¿El fundamento? La expectativa de ancla cambiaria y de una inflación en descenso, lo cual disminuye significativamente el riesgo de devaluación abrupta en el corto plazo.

La estabilización de precios y del tipo de cambio elimina, al menos transitoriamente, el principal inhibidor de la actividad económica argentina: la incertidumbre.

Con un horizonte más previsible, el sector privado —que históricamente demostró una resiliencia notable— podrá recuperar protagonismo en el proceso de crecimiento.

Pero, además, hay un cambio cultural profundo que parece estar en marcha. Esta vez, la sociedad argentina empieza a entender que el Estado no puede ser quien subsidie de manera indiscriminada todos los servicios —luz, agua, gas, transporte, comunicaciones— a costa de los más pobres y de crédito externo.

Se empieza a comprender que no es justo ni sostenible que, para que una parte de la población pueda movilizarse en auto o acceder a servicios artificialmente baratos, otros —que apenas alcanzan a cubrir sus necesidades básicas— deban pagar impuestos cada vez más altos o resignar su calidad de vida.

En definitiva, esta vez no solo están cambiando las variables macroeconómicas, sino también las convicciones colectivas. El superávit fiscal no garantiza por sí solo la resolución de todos los problemas estructurales, pero constituye la condición necesaria para reconstruir la confianza, cimentar una cultura de responsabilidad económica y sentar las bases de un desarrollo sostenible.

Esta vez, los fundamentos, las señales y la conciencia social sugieren que el cambio es genuino.

Jorge A Gimenez.

Abogado

Asesor de mercados de capitales.

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