OPINIÓN

Ni camporista ni macrista, peronista

Con las elecciones de medio término en un horizonte no muy lejano, pero aún sin poder divisar cómo será la oferta opositora, las miradas políticas apuntan a la estrategia del Partido Justicialista. Porque allí parece radicar buena parte de la esperanza de un electorado que se siente frustrado ante un panorama económico crítico y la falta de concreción a los anuncios oficiales que prometen un cada vez más difuso despegue.
martes, 23 de mayo de 2017 · 23:45
Por Marcos Gonzales, Periodista - En ese marco, días pasados mantuvieron una reunión un grupo de gobernadores justicialistas que si bien durante estos casi dos años han mantenido una postura institucionalmente clara y políticamente cautelosa respecto al Gobierno nacional, no se han desentendido de su posicionamiento opositor y han priorizado la gestión provincial por sobre cualquier tipo de estrategia o especulación electoral.

Tanto es así que si bien este primer encuentro marca a las claras la intención de fortalecer un frente en común, saludablemente decidieron no tomar una decisión sino hasta pasadas las elecciones de octubre.

De la reunión participaron Gustavo Bordet, gobernador de Entre Ríos y anfitrión del cónclave; el cordobés Juan Schiaretti; Domingo Peppo, del Chaco; Juan Manzur (Tucumán); Lucía Corpacci (Catamarca); Rosana Bertone (Tierra del Fuego) y Sergio Casas (La Rioja). También concurrió el aliado Hugo Passalacqua (Misiones), un ex radical. Y habían sido invitados el salteño Juan Manuel Urtubey -no pudo asistir por compromisos contraídos previamente- y Sergio Uñac, gobernador sanjuanino, que se encontraba de gira con la comitiva presidencial en el Lejano Oriente.

Quizás el caso más emblemático en ese panorama de dirigentes territoriales lo constituya Bertone, la gobernadora fueguina que le tocó asumir al frente de una provincia en llamas. Su pertenencia al Frente para la Victoria, afirmada una y otra vez antes y durante su gestión, a algunos hacía suponer una postura no solo enfrentada sino en concreta beligerancia con la administración nacional.

Sin embargo, desde el primer día de gobierno Bertone supo que más temprano que tarde un duelo con el macrismo gobernante traería aparejado un agravamiento de la situación. Tal vez una comparación con lo sucedido en Santa Cruz sirva para establecer paralelismos.

Su amplia experiencia legislativa, primero como diputada y luego como senadora, le marcaba que el diálogo, la búsqueda de acuerdos, la insistencia en los reclamos, la gestión como fundamento, debían ser los pilares de una administración que necesitaba más de acciones concretas y urgentes que de declamaciones mediáticas.

Inmediatamente su accionar le deparó una oposición férrea desde distintos sectores políticos y gremiales. Ajenos, pero sobre todo del mismo signo político.

Sin embargo, esa postura clara en cuanto a lo ideológico siguió siendo el objetivo de su gobierno y de cumplimiento obligatorio en su gabinete.

De nada podía servir continuar declamando abiertamente una diferencia ideológica con el macrismo cuando este ya no era un adversario electoral sino el administrador de la Nación. Un adversario con quien debía sentarse a la mesa de diálogo y negociación durante los próximos cuatro años.

No fueron fáciles aquellos primeros meses de gestión. Las imágenes de una provincia colapsada, con manifestaciones a diario, piquetes y caos ocuparon los espacios periodísticos de los grandes medios nacionales.

No pocos especularon con una intervención a la provincia.

Sin embargo, las imágenes de aquellos incendios fueron desapareciendo de las pantallas y, tras el humo, comenzaban a insinuarse los primeros resultados.

El apaciguamiento de los ánimos permitió recuperar el orden institucional imprescindible, a base construcción de un espacio hacia el adentro y del diálogo hacia afuera. Un dinamismo que le imprimió a la gestión la fuerza necesaria para salir de un estancamiento de años, priorizando el trabajo al ostracismo, los derechos por sobre los privilegios y el bien común al individualismo. Prioridades que, sin duda, ubican a Bertone en un espacio político de inquebrantable claridad conceptual ideológica y de acción.

El mensaje de Bertone a los miembros de su gabinete es claro: mayor contacto con el vecino y sus reclamos, respuestas inmediatas a demandas urgentes y lucha contra la burocracia estatal que demora la resolución de conflictos.

En su gestión tienen primacía la salud, el desarrollo social y la educación. No obstante, los aspectos económicos y productivos tienen una relevancia capital. Con una economía estancada, con pérdida de puestos de trabajo, con cierre de plantas, aquellas prioridades de gobierno se harían cada vez más utópicas.

En tal sentido, ya comienzan a verse los primeros resultados concretos: en medio de los vaivenes de una economía nacional poco propicia, por primera vez comenzaron a crearse puestos de trabajos en los parques industriales fueguinos.

Mientras tanto, la administración provincial apuesta fuertemente a la obra pública como motorizadora de la economía interna.

En síntesis, en el marco de una contienda electoral de medio término, que plebiscitará las gestiones tanto nacional como provinciales, el caso de Tierra del Fuego es más que interesante para el análisis.

También el de Bertone, hoy por hoy alineada a un peronismo en gestión, que mantiene su postura ideológica, asume sus responsabilidades y planea el futuro político a mediano y largo plazo.

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