La profesora de la Universidad de Bloomington especializada en neurociencia cognitiva Karin James realizó una investigación con chicos que identificaban letras, pero que todavía no habían aprendido a leer. Su fin último fue ver de qué manera los jóvenes aprendían las letras.
Durante la misma los menores se dividieron en grupos: mientras a un grupo se le enseñó a escribir a mano distintas letras, el otro aprendió utilizando teclados.
Para realizar un estudio más detallado se utilizaron resonancias magnéticas con el fin de evaluar la actividad cerebral y la manera en la que el cerebro cambia durante el proceso de familiarización de los chicos con las letras del alfabeto. Gracias a esto se pudieron escanear los cerebros de cada voluntario antes y después de enseñarles las letras, así como medir el consumo de oxígeno del cerebro, y comparar los distintos grupos.
Este procedimiento permitió determinar que el cerebro responde de diferente manera cuando aprende escribiendo a mano que cuando lo hace con la ayuda de un teclado. Los jóvenes que trabajaron con letras escritas a mano tuvieron reacciones cerebrales semejantes a las de las personas alfabetizadas (que saben leer y escribir).
Además, una investigación realizada por los científicos Pam Mueller y Daniel Oppenheimer demostró que los estudiantes que tomaban apuntes con laptops tenían una menor capacidad para "procesar la información o replantearla en sus propias palabras”.
En contraposición, un estudio de la Universidad de Washington llevada a cabo en el 2006 propuso que los jóvenes que escriben a mano son más creativos y expresivos que aquellos que lo hacen con la ayuda del teclado.