MONTARON UN COMEDOR COMUNITARIO AMBULANTE

Una historia de vecinos que se juegan por los demás

Una veintena de vecinos voluntarios decidió montar un comedor comunitario itinerante los fines de semana con el cual recorren los distintos barrios para atender a personas en estado de vulnerabilidad social. Se nuclearon alrededor de un nene de cinco años no vidente, quien también colabora en la cocina.
martes, 28 de julio de 2015 · 18:48

Alejandra Cayún, una de las vecinas solidarias que integra el primer comedor comunitario itinerante de fin de semana, comentó que este martes a la tarde "realizamos la primera reunión para que se conozcan entre sí los que son voluntarios; somos un grupo de ciudadanos que provenimos de distintos barrios quienes nos pusimos en la tarea de llevar adelante un trabajo voluntario hacia la sociedad”.

En este sentido, Alejandra Cayún compartió que "con este voluntariado empezamos a trabajar con el tema del comedor del fin de fin de semana y le hemos puesto ‘La olla Itinerante’; es una manera novedosa y un poquito más moderna y, diría, hasta dinámica de trabajar porque es una olla que viaja”, graficó.

Relató la voluntaria que ya han recorrido los barrios INTEVU, Chacra XIII (Malvinas Argentinas), los asentamientos de la Margen Sur, "estamos tratando de trabajar un poquito en Chacra II también”.

Aseguró que "la necesidad nos afecta a todos y en cada rincón de la ciudad, no solo hay necesidad en los barrios informales, sino en barrios ya consolidados, más allá de los barrios más vulnerables, en todos lados”.

Añadió que "nosotros hemos comenzado con esto porque venimos trabajando desde hace mucho tiempo y decidimos poner manos a la obra. Ya hace varios meses que estamos trabajando aunque desde hace un mes que nuestro trabajo es sistemático y firme”.

Explicó que "nosotros trabajamos con un padrón con los diferentes vecinos de cada barrio y ya tenemos unas 90 personas a las que estamos asistiendo. Somos mucha gente la que trabajamos en esto y cada día se suman más y hay que destacar el amor que pone cada uno de nosotros porque los trabajos van desde doña Rosa quien es la que cocina –la que le pone la onda todos los sábados, hasta Florencia quien está en los asentamientos trabajando con muchos barrio vulnerables”.

Trabajo complementario con los comedores comunitarios

Alejandra Cayún comentó que en los asentamientos hay comedores comunitarios como ‘El Comedor de María’ y ‘Ricitos de Colores’, con éste último "es con el que tenemos más contacto; creo que nosotros aportamos desde un lugar y un tiempo diferente. Nuestro trabajo en los asentamientos no significa de ningún modo un aval a las usurpaciones, sino que trabajamos con la gente de los barrios”, aclaró.

"No tenemos un lugar específico permanente y nos complementamos con los comedores de esa zona; ellos trabajan de lunes a viernes y nosotros los sábados y domingos, en esa ‘laguna’ de tiempo, ahí apuntamos”.

Detalló que "nosotros tenemos bien diagramadas todas las actividades, nos juntamos todos los sábados a las 5 de la tarde en la casa de doña Rosa, que es donde cocinamos y se preparan los alimentos, nos distribuimos, buscamos las ollas y a las 8 de la noche los días sábados, en la calle Tahuen 235 del barrio La Esperanza, que es el punto de encuentro donde repartimos las ollas”.

"Tenemos un espacio virtual a través de Facebook que le pusimos ‘Voluntariadorg 2.0’ (https://www.facebook.com/voluntariadorg2.0?fref=ts), le pueden poner ‘me gusta’ y ahí se pueden contactar con cualquiera de los voluntarios, inclusive están los números de teléfono. Más que nada nosotros necesitamos voluntades comprometidas. No pedimos nada, acá no hay dinero, no se lucra de ninguna manera. Contribuimos con el aceite, el paquete de arroz o fideo, sal, lo que la gente pueda donar, de hecho nosotros mismos colaboramos con los alimentos porque es un proyecto autogestionado”.

No tienen apoyo oficial ya que es un proyecto netamente vecinal "solo tenemos voluntades comprometidas”, dijo Cayún.

También desgranó algunas anécdotas, "desde perdernos en los asentamientos hasta que se nos confundan las ollas” y resaltó el componente humano de este voluntariado. "Son todos vecinos comprometidos y con ganas de trabajar para los demás y pensamos que cuando hay voluntad y ganas de hacer el bien, las cosas siempre salen como deben salir. Aparte se cohesiona y fortalece el grupo día a día, trabajamos con mucha alegría y nos sentimos reconfortados por tener un fin común hacia los que más necesitan, es como practicar la caridad. Con que un niñito tenga su plato de comida un día sábado o domingo, ya eso lo consideramos una misión cumplida”.

Kevin, el ‘alma mater’

El alma mater del grupo es Kevin, un nene de cinco años quien es no vidente. "Kevin es la clara respuesta de que las condiciones diferentes no hacen las diferencias. Pese a ser no vidente, Kevin pica zanahorias junto a su mamá y a doña Rosa porque quiere cocinar para otros niños”, dijo finalmente Alejandra Cayún.

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