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Visitar la Luna trae consecuencias en la salud y los astronautas pagan el costo

Según investigaciones científicas, el viaje fuera de la órbita terrestre puede provocar trastornos físicos y psicológicos para los astronautas. Cómo es el día después de haber llegado al espacio.
domingo, 7 de agosto de 2016 · 08:00
Hasta hoy sólo 24 hombres viajaron más allá de la órbita terrestre, mientras que 12 de ellos pudieron caminar sobre terreno lunar.
 
Un equipo de investigadores de la Universidad de Florida presentó un estudio en el que se indaga en la relación entre los protagonistas de los paseos lunares y los trastornos cardiovasculares.

Un equipo de especialistas, liderado por Michael Delp, cambió el foco del análisis para poder realizar el informe propicio. En lugar de comparar el estado de salud coronaria de aquellos que viajaron a la luna con el de una persona común, se tomó el punto de referencia con otros astronautas que nunca pasaron de los entrenamientos espaciales.

Así, el estudio, publicado en la revista Scientific Reports, detectó que aquellos que viajaron más allá de la magnetósfera terrestre tenían un riesgo de entre 4 y 5 veces mayor de morir por una enfermedad del corazón, que aquellos astronautas que nunca escaparon de las prácticas o que viajaron al espacio pero siempre dentro de la órbita terrestre.

Las estadísticas no hacen más que sustentar tal teoría: el 43% de los astroanutas ya fallecidos de las misiones Apolo murieron a causa de una afección cardíaca.

En principio, una de las principales causas de la aparición de esos trastornos surgió a partir de la exposición a fuentes de radiación ionizante, como los rayos cósmicos o la radiación de los cinturones de Van Allen. Ese escenario se presenta ante la desprotección del campo magnético de la propia Tierra.

Para finalizar el análisis, los investigadores realizaron otro estudio sobre ratones, a los que sometieron a una exposición radiactiva similar a la de los astronautas en cuestión. Después de seis meses de radiación (20 años para los humanos), los animales reflejaron daños en las arterias propios de la arteroesclerosis.
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